lunes, 7 de julio de 2008

Cuento a dos manos (Aunque no le gusten al Profe)




Era una tarde fría de junio en las afueras de la ciudad de Barranquilla y Pablo, como de costumbre, escribía algunos versos. Se encontraba sentado en un taburete, en la choza de paja en la cual residía.
Reclinaba su silla contra la pared de barro y guadua, recordando algún fragmento de José Félix Fuenmayor: "Verdad que yo sé que con mi flacura cada día se me ha ido saliendo el esqueleto más y más para afuera". Observaba su cuerpo escuálido, y pensó que en sí mismo habría un buen cuento para escribir, pero recordó las caderas de Tomasa meneándose en el litoral al son de una cumbia y un tambor taciturno.
Tantas y tantas ideas volaban por su cabeza, como las garzas que lo hacían sobre el Mar Caribe, o tal vez lo veía como un sinnúmero de historias como granos de arena del mar que tenía que contar –una por una-: quería escribir sobre la cerveza que en ese instante bebía, u hondar en el tema de las mujeres vendedoras de cocadas con sus trajes coloridos y el vaivén de sus piernas y cinturas.
Luego miró, reclinado en su viejo sillón, aquel cielo colosal que le gritaba que tal vez no estaría tan sólo con una inmensidad que lo cobijara así cada despertar. Olvidó aquel traspiés tratando de plasmar algo en el papel amarillento que tenía en su mano y que, por tanta desesperación, ansiaba romper. La última idea disparatada que se le pasó por la cabeza fue escribir un "manual para fumar un cigarrillo confortablemente", manual que seguramente lo sacaría de aquel anonimato de horas y horas tratando de escribir algo que agradara a alguien. Posiblemente esa seria su recompensa por horas y horas, tratando de transformar y reinventar palabras
-¡Qué carajos!-, le gritó el flacucho hombre al cielo exasperante. Se había rendido, y como prueba de ello hizo trizas la hoja de papel, quebró el lápiz y se fue, directamente, al mar: ahogó sus penas en yodo, sal y agua.
Esa tarde el ocaso tal vez no salió. Agradeció a Dios de que, ni si quiera la puesta de Sol, presenciara su rendición absoluta. Frágil a la inclemencia de las palabras, escudriñaba entre los corales y los peces plateados la "chispa" que pudiese encender la leña de su imaginación.

Fin.

Jenny Paola Bernal y Christian Barandica

viernes, 4 de julio de 2008

74


Mutter,
me prometes
que uno de tus dioses
nos protegerá.
La larga noche ha llegado,
Nosotros estamos en la lista
Somos amigas, Mutter,
alguien nos
ha enlistado.
Leemos juntos en voz alta,
nuestros traspiés.

Selnich Vivas Hurtado.
Colombia, Alemania.

Declaración


Te amo tanto

[que si me lo pidieras]

te ahorcaría,

[y con tu sangre siniestrada]

pintaría con uno de mis dedos

en la pared tu nombre

como dedicatoria,

[al cadáver reposado]


Edison Diaz.
"Colombia" (Entre comillas)

Las directivas del Zoológico recomiendan...

Hola a todos, nuevamente. Con el afán de hacer enlaces y recomendaciones de otros "desocupados" como nosotros, hemos pactado amistad con los blos (no blogs, viva la Lengua Madre):
  1. POETAS DE ANDÉN: http://poetasdeanden.blogspot.com/ y;
  2. EL BACABLOG (de la revistas El Bacanal): http://elbacablog.blogspot.com
La Alianza perdura hasta que acabe la guerra...
-¿De quién estamos hablando?

jueves, 3 de julio de 2008

En el ring


Quién diría que mi profesión sería la de odontólogo razo, nosólogo empírico y físico-culturista de tarima adornada por cuatro barrotes en cada esquina, encarcelado en cabuyas aterciopeladas. Y como doctor de título conferido por mis compañeros, he conocido muchos tipos de pacientes: los que vienen para que les tome una muestra de sangre, o los que acuden a mí para realizarles una incapacidad voluntaria. Todos saben que es gratis, y gracias a Dios no me ha tocado a mí pasar por esas circunstancias, o como diría el "chicken" Fernandez, "echarle una visita al consultorio".
Antes de ponerme los guantes, lo primero que hago es tronarme los dedos. Uno por uno, desde el meñique hasta el pulgar, de diestra a siniestra, ninguno se escapa del ejercicio. Míster Charles me dice que no lo haga, que algún día tanta tronadera me dará artritis. No le creo, y en el trance de mi actitud quejumbrosa continúa la actividad. Después de la primera pelea de la noche -la que acabo de relatar-, voy al altar improvisado que se encuentra en el toilet -porque hay que internacionalizarse ante el público-, le rezo a la Santísima Virgen de Chiquinquirá para evitar un dolor de muelas y me tiro como super héroe a los espectadores. Con una ligereza casi que espontánea, formo con mi columna un ángulo de 100º para pasar por debajo de las cuerdas.
El manager y la chica retaguardia están a la expectativa con los resultados en el cuadrilátero, donde yo soy el gallo bélico y ellos los monigotes que manejan al títere. Sin embargo, con tal de llevar algo de bucólico a la casa y contentar a mi madrecita -a pesar de los porrazos- hago lo que sea. Total, prefiero ser un pendejo para las peleas que un atareado para los negocios de limpieza, o alguna de esas otras ocurrencias indebidas.
Así terminará algún día mi tabique roto, o mis nudillos bien lastimados, pero todos sabran que "el doctor" hizo su trabajo y cumplió su juramento.

Papagayo Maldiciente Pérez.
Panamá.

Caballero Andante


Es bueno a veces
ensillar el decrépito caballo
y vestir nuestra triste figura
con la vieja armadura del abuelo.

Es bueno a veces...
Aunque nadie comprenda
nuestra empresa
y hasta la noble Dulcinea
se burle sin piedad
de nuestros sueños

Antonio Silvera Arenas

Antonio Silvera Arenas (Barranquilla, 1965), es autor de los poemarios: Mi sombra no es para mí (1990), Edad de hierro / Mi sombra no es para mí (1998) y Cuesta trabajo (2006).

miércoles, 2 de julio de 2008

Adiós al Siglo XX


a Alvaro Mutis

Cruzo la calle Marx, la calle Freud;
ando por una orilla de este siglo,
despacio, insomne, caviloso,
espía ad honorem de algún reino gótico,
recogiendo vocales caídas, pequeños guijarros
tatuados de rumor infinito.
La línea de Mondrian frente a mis ojos
va cortando la noche en sombras rectas
ahora que ya no cabe más soledad
en las paredes de vidrio.
Cruzo la calle Mao, la calle Stalin;
miro el instante donde muere un milenio
y otro despunta su terrestre dominio.
Mi siglo vertical y lleno de teorías...
Mi siglo con sus guerras, sus posguerras
y su tambor de Hitler allá lejos,
entre sangre y abismo.
Prosigo entre las piedras de los viejos suburbios
por un trago, por un poco de jazz,
contemplando los dioses que duermen disueltos
en el serrín de los bares,
mientras descifro sus nombres al paso
y sigo mi camino.


Eugenio Montejo, 1938-2008

martes, 1 de julio de 2008

Instrucciones para subir una escalera


Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

Julio Cortázar

Breve 1

Dime… Qué se siente tener
Los muslos de tu amada, Junto a tus mejillas,
Sentir su aliento al despertar
Negarle un beso para enamorarle más,
Escribirle versos que jamás entenderá.

Sobre la "frustración del autito a cuerda"


La esperanza que depositamos en el acto de dar rosca durante largo rato a un autito a cuerda por lo general nunca recibe la ansiada reciprocidad por parte de la apática, solitaria y breve carrera en que el autito se desliza sin mayor gracia que la observable. Muy por debajo a la gracia que uno se espera luego de invertir tantas vueltas de cuerda (acción que indudablemente es desesperante).
Tal frustración vacía experimenta el individuo que descubre que el esfuerzo o el sufrimiento invertido durante parte de su vida, participa en una especie de parodia de cupones-descuento donde, tal sacrificio, vale apenas por el 15% (en los mejores casos) de remuneración en felicidad del tipo que sea.

Ariel David Roldán.
Argentina.

Aviso


Todo animal que entra en esta jaula tiene derecho a dejar sus depósitos. Hágalo en: paolabernalf@gmail.com o crab_012@hotmail.com. Son válidos cuentos, poemas y otros aportes...