lunes, 30 de junio de 2008

Ya no soy el que creías, Josefina


Ya no soy el que creías, Josefina.
Aquel muchachito hechizado
por los artilugios de tus sopas de domingo.
El que se comía los cuentos
de la cigüeña y el mohán.
No, Josefina, ya no soy de esos.
Ahora soy un letrado troglodita
que busca en los densos libros
lo que alguna vez me dieron tus caldos.

Y ahora que te necesito, camino
por las calles polvorientas de tu pueblo
-protegiéndome del Sol aplastante-
para entrar en el trance de tu compañía.
Mas te dejo una advertencia pecaminosa:
ya no soy el que viste,
quien creías,
Josefina.

Ya no busco esconderme en polleras
ni cantar rondas bajo la luna,
ni jugar al escondite por los pasillos de la casa.
Sólo te busco a tí, Josefina:
regálame el artificio que alguna vez
me revelaste en la inocente infancia.

Qué te vas a acordar Isabel (Raúl Gómez Jattin)

Que te vas a acordar Isabel
De la rayuela bajo el mamoncillo de tu patio
De las muñecas de trapo que eran nuestros hijos
De la baranda donde llegaban los barcos de La Habana cargados de…
Cuando tenías los ojos dorados
Como pluma de pavo real
Y las faldas manchadas de mango
Que va
Tu no te acuerdas
En cambio yo no lo notaste hoy
No te han contado
Sigo tirándole piedrecillas al cielo
Buscando un lugar dónde posar sin muchas fatigas el pie
Haciendo y deshaciendo figuras en la piel de la tierra
Y mis hijos son de trapo y mis sueños de trapo
Y sigo jugando a las muñecas bajo los reflectores del escenario
Isabel ojos de pavo real
Ahora que tienes cinco hijos con el alcalde
Y te pasea por el pueblo un chofer endomingado
Ahora que usas anteojos
Cuando nos vemos me tiras un “que hay de tu vida”
Frío e impersonal
Como si yo tuviera de eso
Como si yo todavía usara eso

Un negocio interrumpido

- ¿De cuánto estamos hablando, jefe?
Giacomo había intentado observar los ojos de su socio, pero éstos se refugiaban en la sombra que les propiciaba su sombrero de ala. Luciano meditó la respuesta, exhaló y se decidió a lanzarla:
- Son doscientas cajas de wkisky traídas de las Bahamas.
Tomó su mano de cartas para abanicarse y al mismo tiempo evitaba que su partido fuese visto. Aunque, a pesar de todo, pensó que era más importante sobrevivir al verano que perder una simple partida de póquer.
- Nuestros hombres irán esta noche con los camiones de carga. Espero que estén listas para ser distribuídas-. Le habló como si se tratase de un amigo de primaria.
- Pierda cuidado, Giacomo-. Una carcajada críptica acompañó la exclamación. Luciano se burlaba de la cara de retrato hablado de su cliente. Se sintió un leve crujido en el techo.
- Mauro, traiga una botella de whisky de las Bahamas-, dijo el jefe. Inmediatamente tornó su rostro hacia Giacomo, y con tentativo ademán volvió a la conversación.
- Verá usted, amigo, -tosió fuertemente y pidió disculpas-, la gran calidad de este alcohol. No se puede pedir más.
Habían transcurrido cinco minutos y cuarenta y dos segundos cuando Mauro apareció con una botella en su diestra y tres pequeños vasos en su mano izquierda.
- Aquí está el whisky, signore.
Tenía una etiqueta plateada con un nombre impreso: Rocaverde.
- ¿Y por qué traes tres copas?- Arguyó el patrón.
- ¡Una para mí!
Luciano le dió un fuerte golpe en la tapa de los sesos: Mauro ya comprendía el significado de la respuesta de su jefe. Un segundo crujido ambientó el salón.
Habían cruzado palabras amistosas durante unos treinta minutos. El tercer sonido alarmante que provenía del techo pasó por desapercibido.
Los socios se encontraban en un estado máximo de embriaguez, donde no podían medir sus actos ni discernir entre sus acciones. Así, cuando escuchaban alguna canción popular, como "Bella Ciao", no hacían nada más que seguir el compás de la música dando golpes a la mesa de tapizado verde.
Cuando acabó la canción los dos comerciantes que, por causa del trago se habían convertido en camaradas, soltaron una gran carcajada. Tan imprevista como sus risas cayó la lámpara de cristal que se encontraba justo sobre ellos. El tosco sonido del golpe de la lámpara alertó a todos los trabajadores que se encontraban fuera del recinto. A pesar de todo, la reacción de Giacomo y Luciano fue totalmente distinta.
- ¡Sabía que tenía que reparar el techo!

Bienvenida

Bienvenidos al Zoológico de la Lectura: un espacio sin barrotes, un lugar donde compartir...
A partir de esta publicación se mostrarán lecturas, fragmentos, poemas, cuentos, y un sinnúmero de expresiones literarias (y también artísticas), de lo que estos animales con razón podemos llegar a ser y a hacer.